top of page
Pilniak_perfil_01.png
Pilar_pilniak_perfil_logo_01.png

Alemanes del Volga

Los orígenes de Borís Pilniak.

De invitados de Catalina la Grande

a deportados por el régimen estalinista.

por Pilar García

Los alemanes del Volga (en ruso: поволжские немцы) era una minoría étnica de alemanes que migró de Europa tras la guerra de los 7 años y se asentó a las orillas del río Volga, desde el sudeste de la Rusia europea hasta la región de Saratov. 

 

Estos alemanes respondieron a la llamada de su compatriota Catalina II (más conocida como Catalina la Grande), que inició una política de repoblación de estos territorios. A cambio, les ofrecía condiciones muy ventajosas (práctica libre de la religión, exención del servicio militar, libre ejercicio y uso del idioma natal, etc.), lo que favoreció el asentamiento en las orillas del Volga. La emigración no provenía únicamente de Alemania, pero sí es verdad que la mayoría eran alemanes, esto se debe a la influencia de la emperatriz que como se ha dicho antes, era alemana.

 

Llegaron a ser 30.000 al final de la primera etapa de colonización, se dedicaban a distintas profesiones: médicos, farmacéuticos, profesores, ingenieros e incluso agricultores que lo único que buscaban era paz para vivir. En los años posteriores este grupo étnico conservó todas sus costumbres, de ahí su peculiaridad.

alemanes_volga_ilustración.jpg

Y fue, tras poco más de un siglo, en una familia de alemanes del Volga donde nació Borís Pilniak. Gracias al alcance de las políticas que dieron inicio al proceso migratorio de grupos de alemanes hacia las tierras del Volga, hoy disfrutamos de uno de los escritores rusos más importantes de todos los tiempos.

 

En el siglo XIX, por la escasez de personas en el servicio militar, empezaron a reclutar a alemanes del Volga, que tenían una exención del servicio militar. Por ello la resolución de muchos, que se consideraban pacíficos, fue la huida a tierras americanas. Aún así la población en 1939 alcanzó aproximadamente la cifra de 360.000 habitantes.

Desgraciadamente, el 28 de agosto de 1941, estos alemanes fueron deportados por la fuerza a Siberia y Kazajistán. Y el 3 de septiembre de ese mismo año, Stalin junto al Comité Central del Partido Comunista tuvo la resolución de trasladar la pobración alemana restante a los gulags a trabajar bajo pésimas condiciones, que desencadenó en un genocidio acometido contra alrededor de 100.000 alemanes. En 1955, Nikita Jruschov denunció estos crímenes en el marco de la “Desestalinización”, liberó a la minoría alemana y se les pidió perdón oficial por parte del Politburó. Tras la caída del comunismo de la República Federal de Rusia, se indemnizó monetariamente a los supervivientes y se catalogó como genocidio.

Allí tuvimos que empezar de nuevo. Era desesperante. Nos trataban inhumanamente. Nos hacían trabajar hasta desfallecer. Muchas personas, familias enteras, no soportaron semejante ultraje y murieron: sus cuerpos descansan en el olvido en algún ignoto lugar de la desolada estepa siberiana

Juana Reinhold

bottom of page