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Aniversario de un crimen

21 de abril de 1938

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por Lucía Regidor

Estoy casi seguro, Viktor Lvóvich, de que yo también me meteré un día una bala en la cabeza. Tal vez es lo mejor que puedo hacer. No puedo emigrar como Zamiatin. No podría vivir fuera de Rusia. Y tengo la sensación de ir y venir delante de la punta del fusil de un montón de Granujas...

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A Borís no le hizo falta meterse una bala en la cabeza, como le dijo a Viktor Serge, otros se encargaron de hacerlo por él. La historia y la muerte de Borís Pilniak, de la que hoy 21 de abril se cumplen ochenta y tres años, sigue resultando estremecedora. Es necesario recordar muertes como esta para entender hacia dónde lleva la radicalización del pensamiento en la sociedad.

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Como hemos comentado en posts anteriores, los inicios de Pilniak en el mundo literario iban de la mano con la ideología de la Revolución. Creía firmemente que la Revolución era el camino que llevaría a una Rusia dormida a encontrarse de nuevo con sus tradiciones y a luchar contra la burocracia y el gobierno de los intelectuales. Así lo mostró en sus primeras obras, como El año desnudo (1922), donde ilustra los inicios y el desarrollo de la Revolución de Octubre. Sin embargo, Pilniak no tardó mucho en darse cuenta de las contradicciones y crueldades del gobierno soviético y mostró su desencanto en su literatura. Con la publicación de El cuento de la luna inextinguible en 1926, Caoba en 1929 y El Volga desemboca en el mar Caspio Pilniak evidenció la decadencia social que desencadenó la Revolución y las barbaries de los Sóviets.

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Mención especial merece el caso de «El cuento de la luna inextinguible», presente en Antología sin título, en el que la historia del protagonista, el comandante Gavrílov, es sospechosamente parecida a la del comandante bolchevique Mijaíl Vasílievich Frunze. Esta similitud no gustó en absoluto a la élite del gobierno soviético y Pilniak se vio obligado a «aclarar» que su historia nada tenía que ver con la de ese tal Frunze, del que «apenas había oído hablar». En cualquier caso, la fama del autor entre los partidarios de la revolución tocó fondo y los ataques contra su persona y su obra se convirtieron en una constante en los periódicos del momento. Esta labor de desprestigio fue incentivada por algunos escritores que defendían, por ideales o por miedo, el gobierno estalinista y llegó incluso a generarse un término despectivo para etiquetar todo lo que tuviera que ver con Pilniak como enemigo de la Revolución: el pilniakismo.

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Y así vivió hasta la noche del 28 de octubre de 1937, cuando fue arrestado. Lo enviaron al campo de fusilamiento de Communarka en Siberia (acusado de ser un agente trotskista y espía japonés). El  21 de abril de 1938 fue juzgado y se declaró culpable en un juicio de 15 minutos. Sus últimas palabras antes de ser fusilado fueron: «Quiero trabajar mucho. Tras una larga reclusión me he convertido en otro hombre, veo la vida con nuevos ojos. Quiero vivir, trabajar mucho, tener papel ante mí para escribir una obra que sea de utilidad a los soviéticos».  Ese día, a la edad de 44 años, el mundo perdió a uno de los mejores narradores rusos de la historia. Tristemente, su familia no recibió la noticia de su muerte hasta 1941.

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Desde entonces, Pilniak ha sido silenciado internacionalmente por gobiernos de ideologías opuestas. En Rusia no se le eximió de culpa hasta 1956, dieciocho años después de su muerte, y hasta la década de los setenta no se volvió a publicar su obra. Por suerte, siempre quedarán personas y editoriales dispuestas a dar voz a autores tan maltratados por la historia como lo ha sido Borís Pilniak.

La causa fundamental de la esclavitud radica pues en la existencia misma de cualquier ley, en la existencia de una clase hombres que tiene poder para hacer leyes según sus propios intereses.

Lev Toltstoi

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