top of page
Alazne_pilniak_perfil_logo_01.png

Anna Ajmátova

La poetisa acmeísta 

por Alazne Moya

No, no estaba bajo un cielo extraño.

Ni bajo la protección de extrañas alas,

estaba entonces entre mi pueblo

y con él compartía su desgracia.

​

anna_Ajmatova_firma_web_boris_pilniak_an

La libertad creativa en la producción literaria de cualquier autor depende en gran medida del momento histórico en el que vive. La Rusia de principios del siglo xx no fue el mejor momento para hacer florecer esta creatividad literaria. Si habéis leído la biografía de nuestro querido Pilniak, sabréis que el escritor era consciente de ello e intentó plasmarlo en su obra, un acto que le valió la vida. No fue el único escritor que vio su obra rechazada y censurada. Anna Ajmátova fue una de las grandes poetas rusas del siglo xx, hostigada y perseguida, vivía una vida similar a la de Pilniak, huyendo de las autoridades y evitando la censura a la vez que veía a sus familiares perder la vida. 

 

Anna Górenko, conocida como Anna Ajmátova, nació el 23 de junio de 1889 en Odessa en el seno de una familia de la alta burguesía de origen tártaro de donde toma «Ajmátova» como apellido para firmar su obra. En Kiev tuvo la oportunidad de estudiar latín, historia y literatura. También allí conoció a su primer marido, el poeta Nikolái Gumilov, fundador del acmeísmo y con el que tuvo a su único hijo. Tuvieron una vida próspera hasta que el poeta fue detenido y, después de ser acusado de conspiración, fue  finalmente fusilado en 1921. Un año después, su amigo y escritor Zamiatin fue arrestado y obligado a abandonar «voluntariamente» la Unión Soviética. La intervención de Anna y Pilniak, entre otros escritores como Lev Voronsky, logró que la orden fuera postergada, aunque finalmente fue deportado

anna_amjatova_pilniak_boris_web_libros_d

Tras estos acontecimientos, Ajmátova se casa con el escritor Nikolai Punin y se establecen en el palacio abandonado de la familia de este. A pesar de su intento de vivir una vida estable con el escritor,  detienen a Punin y a su hijo en 1935. Ajmátova desesperada escribe una carta al propio Stalin: «[...] no sé por qué fueron inculpados, pero le doy mi palabra de honor de que no son fascistas, ni espías o miembros de las sociedades contrarrevolucionarias. Yo vivo en la URSS desde la Revolución y nunca he tenido el deseo de abandonar el país al que están ligados mi mente y corazón». Ambos fueron puestos en libertad, pero ante esta situación Ajmátova se siente culpable y quema gran parte de su obra, desde ese momento su literatura solo se enfocará en elogiar la figura de Stalin y la vida en la Unión Soviética. No obstante, de nuevo fueron detenidos en 1938. En una ocasión, uno de los muchos días que pasó en Leningrado haciendo cola para ver a su marido y a su hijo en la cárcel, entre cientos de familiares y esposas en su misma situación y despojados de sus queridos, escribió que una mujer la reconoció y le preguntó en voz baja: «Y esto, ¿puede describirlo?», a lo que ella contestó: «Puedo», dando comienzo a una de sus obras más reconocidas, Réquiem, testimonio del momento.

 

Las desgracias se acrecentaron en la vida de la escritora cuando Punin muere de agotamiento en el gulag. En cuanto a su obra, Ajmátova, al igual que Pilniak, vio con sus propios ojos como todos sus libros fueron prohibidos sin piedad; el Comité Central la calificaba como «la representante típica de una poesía vacía y carente de ideología» y censuraban su obra con el argumento de ser «perniciosa para la educación de nuestra juventud», no pudiendo esta «ser consentida por la literatura soviética». En 1940 fueron censuradas su colección De seis libros y sus Obras escogidas, esta última hasta en ocho ocasiones. Otras de sus obras posteriores también fueron suprimidas y, aunque tras la muerte de Stalin su colección Poemas escogidos de los años 1910-1946 tuvo que rehacerse, tampoco fue publicada. 

anna_Ajmatova_web_boris_pilniak_antologi

A Pilniak y Ajmátova les unió la pasión por las letras, pero también una vida de persecuciones, sufrimientos y desgracias. Ambos se enfrentaron al régimen y lo criticaron ateniéndose a las consecuencias y mostrando una integridad fulminante. Hay pocos vestigios de la amistad que mantenían, pero esta debía ser bastante estrecha. Lo podemos ver en los versos que la escritora dedicó a Pilniak tras su muerte en Communarka:

A Borís Pilniak

 

Solo tú sabras adivinarlo…

Las tinieblas crotoran en desvelo, 

campo luminoso de silvestre lirio

huye de la noche de invierno.

Hacia ti voy por trópicos calurosos,

Y tú ríes con risa hilarante.

El agua del arroyo y bosque espinoso

contestan con eco amenazante…

¡Oh, si con ello despierto al muerto!

Perdóname, si no puedo callar:

te añoro como a mi propio cuerpo

envidio a quienes pueden llorar.

Llorar en este tiempo sin amor

a quienes descansan en la hondonada…

Las lágrimas se evaporan con calor, 

mis ojos no los refrescará nada.

anna_Ajmatova_firma_web_boris_pilniak_an
bottom of page