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Una traducción

desafiante

La experiencia antológica y traductológica

Fue entonces cuando las dudas, como pesadas gotas de lluvia, empezaron a caer sobre mí hasta dejarme completamente empapado de eufórica incertidumbre.

por Daniel L. Thomas

No hará mucho Julian Barnes escribía en el prólogo de Un debut en la vida de Anita Brookner que a lo largo de la obra iban apareciendo nombres de distintos vinos y que, curiosamente, estos se sucedían de la siguiente manera: los primeros en aparecer eran vinos secos, en algunas páginas más avanzadas surgían los semisecos y, finalmente, en uno de los últimos pasajes se hacía mención a un vino dulce. Barnes no dudó en aprovechar una de las entrevistas que le hizo a la escritora para preguntarle con una curiosidad devoradora por el significado de esa inquietante elección. Ella le contestó con una verdad desnuda y desilusionante; simplemente había entrado en una tienda de vinos un día mientras daba un paseo para copiar los nombres de las etiquetas.

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Tenía esta anécdota en mente el día que empecé a traducir a Pilniak. A menudo, buscamos con una ferocidad insaciable el significado de todo cuanto traducimos, nos preguntamos por el sentido de cada palabra, cada signo, cada espacio, sin pararnos a pensar que posiblemente muchas de nuestras preguntas puedan en algunas ocasiones incluso llegar a ser innecesarias. Muy a mi pesar con Pilniak esto no funcionaba así.

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Me aventuré en esta labor antológica y traductológica tan nervioso como eufórico. Nervioso por todas las inseguridades que conlleva traducir por primera vez a una autoridad literaria de la talla de Pilniak, con los mismos nervios que se apoderan del hombre que se adentra en la inmensidad nocturna del bosque sin saber lo que le depara. Y eufórico porque sentía que aquello que estaba leyendo era algo que tenía que ser traducido. Así pues, a sabiendas de la traducción digna y respetable que un autor canónico como él merecía y aun sintiendo el peso de la espada de Damocles sobre mí a cada pisada, me propuse hacerlo, como no podía ser de otra forma, de la mejor manera posible sin dejarme vencer por los miedos de la inexperiencia. Cada nueva pisada me llenaba de gozo. Fue entonces cuando las dudas, como pesadas gotas de lluvia, empezaron a caer sobre mí hasta dejarme completamente empapado de eufórica incertidumbre. Pero también es la inseguridad primeriza la que te lleva a ser más meticuloso, ansías comprenderlo todo y poder desentrañar cada uno de los matices que como búhos nocturnos anidan entre las ramas del lenguaje. Y de esta manera, con presurosa cautela, fui vertiendo los textos del ruso al español.

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Imagino que en toda labor traductológica, al menos literaria, no basta con dominar ambos idiomas, sino que es necesario conocer los aspectos culturales que rodean a la obra y a su autor. Comprender el contexto ayudaba en gran medida a poder hacer una lectura más eficaz de su obra, o al menos arrojaba cierta luz, como la de la linterna que otorga seguridad a aquel que la empuña mientras se adentra en el bosque.

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Una de las palabras que se me quedó grabada desde la primera lectura de Un viento humano fue chelovéchina, literalmente carne humana, y en sentido metafórico se relaciona con aquello que queda tras el paso del hombre, con lo peor de éste, con lo terrenal, con lo mundano. Tiene una clara connotación negativa, fue difícil encontrar una palabra que expresara de la misma manera esa idea casi relacionada con la muerte y con la descomposición, especialmente con el olor, casi el gran protagonista del relato. Terminé traduciéndola como mundanidad, esperando que el lector pudiera encontrar en ella este significado de decadencia humana que Pilniak quería transmitir. Siendo este el primer texto que traduje me di cuenta de la fuerza simbólica que impregna toda la obra del autor. La mala hierba aparece aquí en uno de los momentos más felices del protagonista, creciendo con fuerza bajo el sol radiante, y también las inundaciones primaverales, cuando la nieve rusa empieza a derretirse inundando todo a su paso, así como lo hace la felicidad cuando estás enamorado.

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Otra cuestión que me parece importante resaltar es el tratamiento de o usted en este cuento (aunque también se da en otros). A veces el uso de ambos se entremezcla y no es algo aleatorio, sino que al tratarse usted de una fórmula de respeto y cortesía, queda claro la pérdida del componente afectivo al volver a la forma , que caracteriza el odio repentino del protagonista al enterarse de quién es la persona que lo visita.

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Si bien en algunos cuentos la trama gira en torno a personajes marginales y solitarios, atrapados en alguna ciudad de provincias, en otros el autor nos traslada a paisajes tan remotos como la misma taiga, alejados de toda referencia cultural, para hundirnos de lleno en los procesos de la naturaleza. Así es como en cuentos como Toda una vida o Un año de su vida, el léxico se compone de elementos característicos de la flora del lugar que a veces no tienen una acepción en nuestro idioma. Es el caso de las palabras brusnika y kliukva, dos tipos diferentes de arándanos rojos que en nuestra lengua no encuentran diferencia. Estos dos cuentos son de los más líricos del autor, pues están cargados de fuertes imágenes poéticas y expresivas, místicas y salvajes, como la misma naturaleza. También la palabra uróchishche, que hace referencia a un lugar geográfico que se diferencia de su entorno, no encuentra equivalente en nuestra lengua. Los diccionarios hablan de un bosque en medio de un prado, o de un claro en medio de un bosque. De esta manera encontrar una traducción exacta depende del contexto y de la siguiente descripción del paisaje, si es que aparece en el texto.

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Pero también hay escenas que nos sitúan en espacios asépticos, forrados de hule y desinfectados, donde predomina lo químico, como la escena del quirófano en El cuento de la luna inextinguible. Aquí aparece una cantidad considerable de léxico relacionado con el equipo médico de antaño que se usaba en las operaciones y que supuso un arduo trabajo de investigación y búsqueda. Diferentes tipos de pinzas, tijeras, bisturíes y demás instrumental quirúrgico, así como compuestos médicos.

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Por otro lado en el cuento Sin título se nos describe un paisaje que los protagonistas deberán recorrer de noche. Tratar de reconstruir este camino se convierte en una tarea difícil si no imposible, pues el lector acaba perdiéndose, así como los propios protagonistas, en la oscuridad de dicho paisaje. Se nombran en él diferentes árboles, diferentes bosques, se entremezclan y se funden. Y es que lo más difícil a la hora de traducir a Pilniak son todas estas imágenes simbólicas que como podemos ver encierran segundos mensajes. Por eso no es tanto la traducción de los signos, sino la traducción de los símbolos, del imaginario interpretado por la imaginación. Donde la fuerza traductológica, acaba siendo una fuerza recreadora. ¿Quién iba a pensar que la maleza y las riadas serían alegorías de la felicidad?

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